jueves, 31 de diciembre de 2009

Los discursos miopes de la Iglesia


L
os casos de abuso sexual por parte de autoridades eclesiásticas que han trascendido en los últimos años no hacen sino echar más luz sobre las irrefutables limitaciones de la Iglesia en tanto institución representativa o jueza de las conductas sociales [1].

Esto va acompañado por el hecho de que se ha vuelto cada vez un lugar más común oír diatribas políticas durante las homilías, lo cual no representaría un hecho indeseable en sí mismo si no fuera porque los mismos sacerdotes que pretenden saberse capaces de transformar la injusta realidad social son incapaces de juicios críticos sobre las injusticias y contradicciones de la institución que representan. Uno puede suponer que esta incapacidad se debe en algún punto (o en algunos casos por lo menos) a que la institución eclesiástica no da lugar a críticas y suele castigar a sus miembros rebeldes. Sin embargo, esta miopía crítica que impide cuestionar y atacar las decisiones de la Iglesia deja sin efecto cualquier otro juicio de alcance social, ya sea justo o no. Porque si la política es corrupta, la Iglesia no lo es menos.

Llama verdaderamente la atención entonces oír a un sacerdote cuestionando acciones de gobierno pero mirando a un costado cuando de la corrupción propia se trata. Un claro ejemplo de este tipo de corrupción lo representa la constante protección que la jerarquía eclesiástica suele hacer de los sacerdotes abusadores, más aún cuando estos ostentan algún lugar de poder. Por ejemplo, no se explica que tras un fallo judicial que pruebe la culpabilidad de uno de sus miembros, la institución no se decida a expulsarlo. Menos se explica que la institución no allane el camino de la justicia y proteja a sus miembros acusados o permita que estos muevan sus contactos personales con la finalidad de dilatar los tiempos judiciales. Si la Iglesia fuese una institución verdaderamente comprometida con sus principios declarados, no debería aceptar bajo ningún concepto que sus miembros buscaran evadir la justicia. Y aún cuando uno no creyera en la justicia de los hombres, evitarla es como mínimo un gesto de cobardía difícil de aceptar en alguien que se sabe inocente y acompañado por Dios.


Pero la justicia es tal vez el gran punto débil de la Iglesia. Siendo una institución que lucha por la justicia social y la proclama enfáticamente, resulta muy sugestivo comprobar que históricamente ha solido apoyar las más grandes y descomunales injusticias. No tiene sentido iniciar aquí una larga lista en la cual convivirían inquisiciones, esclavitudes, torturas, guerras y dictaduras. Más cerca nuestro parecen estar los casos de abuso una vez más. Una curiosidad es que la Iglesia no tiene elementos para determinar la realidad de un abuso. Si bien se llevan a cabo investigaciones internas, en pocos casos la Iglesia castiga al abusador antes de que lo haga la justicia humana. Claro que esta limitación institucional para desentrañar verdades tan terrenales puede llegar a poner en cuestión cualquier otra pretensión de verdad y de sabiduría revelada por parte de la Iglesia. Ése sería un tema de numerosas implicancias. Bástenos por ahora dos ejemplo que ponen en evidencia la naturaleza contradictoria y por momentos corrupta de esta institución.

El más prototípico de los ejemplos es el sexo. Aquí se dan dos argumentos en apariencia incompatibles, pero que vistos en profundidad componen una única y compleja realidad. Por un lado, al pretender regular la vida sexual de las personas, la Iglesia se atribuye la regulación de un aspecto de la vida humana que sus propios miembros desconocen. Es decir, si aceptamos que los sacerdotes han asumido votos de castidad, su limitada experiencia en el terreno sexual debería imposibilitarlos de abrir juicios de valor al respecto. Claro que parece una broma sugerir que los sacerdotes desconozcan de sexo, ya que un promedio nada despreciable de ellos tiene o ha tenido sexo, aún después de tomar los hábitos. Este segundo punto no hace sino sumar al argumento anterior, ya que demuestra que los mismos hombres de Dios no son capaces de cumplimentar las leyes que ellos mismos se imponen. Pero lo más lamentable es que al romper sus propias leyes, los religiosos ensucian el acto sexual -que es en sí un acto natural y bello- de deshonestidad, abuso o hipocresía. De hecho, es curioso que en términos generales sean las personas religiosas y no otras las que suelan tiznar su propia sexualidad de perversión e inmoralidad. En definitiva, la Iglesia peca por no saber de lo que habla, o por no obedecer lo que sanciona. Por un camino o por el otro arribamos a un mismo destino que nos muestra a una institución contradictoria, cuando no corrupta.


El segundo ejemplo, en algún punto relacionado con el anterior, es el de la familia. En tiempos de reconfiguración familiar (que no de ‘descomposición’) y de surgimiento de nuevos patrones de familia y de pareja, la Iglesia suele tener también su opinión y su regulación a mano. Pero aquí es posible aplicar los mismos argumentos anteriores. Por un lado, se pretende regular y aconsejar acerca de algo de lo cual no se tiene experiencia vivida. Por el otro, en los muchos casos en que los sacerdotes tienen hijos, estos son escondidos, desconocidos o ignorados. ¿Qué valor puede tener entonces el consejo o el juicio de valor de un hombre que decidió evitar la incomodidad y las dificultades de formar familia, o en caso de haberla formado, la enlutó con mentiras e hipocresía?

Ejemplos no faltan. Están en las noticias, pero también a la vuelta de la esquina para quien tiene contacto directo o indirecto con el ámbito eclesiástico. A veces adquieren la cualidad de fábula o de leyenda, por la montaña de mentiras y las densas sombras con que se tratan de ocultar. Hasta que uno se topa con los testigos directos y las medias palabras adquieren una sustancia irrefutable. ¿Pero de qué nos sirve todo esto en definitiva? El que no cree podrá reafirmar su falta de fe y seguir exigiendo que la Iglesia no posea más peso político del que poseen otras instituciones similares. Y el que sí cree deberá aprender a protestar, a exigir, a cuestionar y a reflexionar críticamente acerca del carácter humano y político de la institución a la que adhiere. A mí, personalmente, me basta con suavizar los discursos miopes de quienes echan luz de frente y se olvidan de enfocarse la propia cara.

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[1] Decidí no incluir links desde este artículo ya que los ejemplos son innumerables y una selección sería limitar la el peso de evidencia que otorga la cantidad. Baste escribir la palabra 'obispo' o 'sacerdote' en el buscador de cualquier diario online para recibir una lista de noticias en la que se da cuenta tanto de la ingerencia de la Iglesia en política como de los casos de abuso y protección institucional, y de las actitudes de la Iglesia en temas sexuales y familiares.

martes, 3 de noviembre de 2009

Pensamientos usurpados 11: ¿A quién salva el salvataje financiero?

Suelo hablar del rescate financiero porque se trata de un robo en marcha, el mayor atraco de la historia monetaria. Pero hoy quiero enunciarlo con un enfoque diferente: ¿qué pasa si el rescate funciona, si el sector financiero se salva y la economía retoma el curso en el que se encontraba antes del azote de la crisis? ¿Eso es lo que queremos? […] ¿Nuestra tarea será rescatar este barco, el mayor barco pirata que existió, o reemplazarlo por una nave más sólida, con espacio para todos? Uno que no requiera que arrojemos a nuestros vecinos por la borda para salvar a los pasajeros de primera clase. Uno que entienda que la Tierra no tiene la capacidad para que todos nosotros vivamos cada vez mejor, pero sí la tiene para que todos vivamos bien. El capitalismo sobrevivirá a esta crisis, pero el mundo no puede sobrevivir a otro retorno del capitalismo.

Naomi Klein, Capitalismo estilo Sarah Palin (en La Nación)

jueves, 29 de octubre de 2009

Pensamientos usurpados 10: ¿Dónde queda Pakistán?

Hay momentos en que pienso que las guerras son la excusa de Dios para enseñarnos geografía.

(Paul Rodríguez)

miércoles, 21 de octubre de 2009

Hipótesis 3: ¿Por qué putea De Narváez?


De Narváez._ ¿Cómo puedo hacer para que la gente se vuelva a acordar de mí?

Asesor._ Sos dueño de América, ¿por qué no le decís a Mirtha que te invite a almorzar?
De Narváez._ Mirtha no está mal, pero quiero rating. ¿No podría ir a cantar y a bailar a lo de Tinelli?
Asesor._ No, eso ya pasó.
De Narváez._ ¿Y si empapelo la provincia con mi cara de nuevo?
Asesor._ Yo sugeriría algo más económico, o no nos va a quedar resto para el 2011.
De Narváez._ Vos que conocés la calle, decime, ¿de qué habla la gente últimamente?
Asesor._ Y, en la última semana, de las puteadas de Maradona.
De Narváez._ ¡Eureka! Lo tengo. Si las puteadas venden, ¡a putear se ha dicho!

viernes, 16 de octubre de 2009

Pensamientos usurpados 9: Messi tanto y otros tan pocos


Lionel Messi gana 270 pesos por minuto jugando al deporte más aburrido y más presuntuoso que ha conocido la humanidad en su larga historia. Para ponerlo en perspectiva: Messi cobra, en dinero, cada diez minutos, lo mismo que un docente argentino recibe, en dinero, por su trabajo de todo un mes. Lo que significa, blanco sobre negro: cada dos horas Messi gana el salario de un año de un maestro con doble turno. O, más preciso todavía: en menos de tres días ese jugador de fútbol recibe el equivalente a toda la vida de trabajo, más de treinta años, de un profesor de escuela secundaria. Al mismo tiempo (o, si se prefiere, en el mismo mundo) los pibes de la villa Tranquila matan y se hacen matar por un billete de cinco pesos, lo que Messi percibe en cada segundo que transcurre de su agitada existencia. Cinco pesos alcanzan para dos o tres pequeñas dosis de paco. (…)

Luis Bardamu, en Mínimas


miércoles, 7 de octubre de 2009

Postal 8: Google Search sabe de historia argentina


S
í, los buscadores no son máquinas inteligentes, pero algo entienden. Para quien no lee inglés: el buscador de Google agrega automáticamente el siguiente aviso a quien se sienta tentado de conocer a los presidentes argentinos: "Este sitio puede dañar su computadora." Yo no los voté, ¿y usted?


domingo, 4 de octubre de 2009

jueves, 1 de octubre de 2009

Palabras 1: ¿Qué piensa Kraft de sus empleados?


D
os apreciaciones de boca de Pedro López Matheu, vocero de la empresa Kraft (ex Terrabusi), a la hora de justificar el despido de 156 trabajadores, muchos de ellos gremialistas, en el programa Palabras más, palabras menos del martes pasado:

"Nosotros hemos tolerado la actividad gremial sin problemas."
tolerar. (Del lat. tolerāre).
1. tr. Sufrir, llevar con paciencia.
2. tr. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.
3. tr. Resistir, soportar, especialmente un alimento, o una medicina.
4. tr. Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
(Real Academia Española © Todos los derechos reservados)


"El activo más valioso que tenemos es la gente."
activo, va. (Del lat. actīvus).
9. m. Econ. Conjunto de todos los bienes y derechos con valor monetario que son propiedad de una empresa, institución o individuo, y que se reflejan en su contabilidad.
(Real Academia Española © Todos los derechos reservados)

martes, 29 de septiembre de 2009

Derechos caducados

Entre las razones que se vienen esgrimiendo en contra de la nueva ley de medios, que vendría a cercenar el poder monopólico de ciertos grupos económicos, se ha oído a varios políticos y empresarios sostener que esta ley es injusta porque no tiene en consideración los ‘derechos adquiridos’ por las empresas, algo de lo cual debería hacerse cargo el Estado (por ejemplo, acá). Se trata de una propuesta realmente fantástica. Desde esta concepción se supone que al momento de legislar debe pensarse en el bolsillo de los viejos beneficiados, y no, en realidad, en el mal que la ley viene a corregir.

En realidad, esta postura no hace sino defender el monopolio mediático considerándolo un ‘derecho adquirido’ (¡derecho al monopolio?). Llevando esta lógica al extremo, uno podría preguntarse qué hubiese ocurrido si al momento de suprimir la esclavitud se hubiesen tenido en cuenta los derechos adquiridos que los esclavistas. O si en vez de sancionar derechos para los trabajadores se hubiese pensado en los derechos adquiridos de los empresarios. Habría que avisar a estos legisladores que toda ley posee siempre cierto carácter correctivo. Toda ley, de modo explícito o no, se plantea como una forma de limitar acciones que se consideran incorrectas. Defender un principio de ‘derecho adquirido’ equivale a rechazar el principio de ‘cambio’ como forma de corrección y de superación social [1].

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[1] Después de escribir esta opinión, encontré un artículo que esgrimía razones similares, y hasta idénticos ejemplos, acá.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Postal 7: No hay peor sordo…


A
yer, mientras la señal TN transmitía la sesión extraordinaria de diputados para la sanción de la Ley de Medios, los periodistas de A dos voces matizaban los densos discursos en el recinto con breves entrevistas a los oradores que salían a los pasillos del Congreso.

Acto 1:
El entrevistado es Claudio Morgado, del Partido de la Concertación, quien votara a favor de la nueva ley. Los periodistas Marcelo Bonelli y Gustavo Sylvestre le acercan sus dudas acerca de la ley. El diputado responde con precisión, citando frases del proyecto que desmienten las conjeturas de los entrevistadores. Los periodistas no están conformes y ponen en duda las explicaciones del diputado, pero son incapaces de contraponer nociones concretas tomadas del proyecto votado. Finalmente, Bonelli llega a poner en duda que Morgado haya leído la ley en profundidad.

Acto 2:
El entrevistado esta vez es el diputado Adrián Pérez, de la Coalición Cívica, quien votara en contra de la ley. La entrevista se inicia y el diputado da explicaciones vagas y generales acerca de las razones de su oposición. Los periodistas vuelven a transmitir las mismas dudas que transmitieran a Morgado, sólo que en forma de afirmaciones que el diputado retoma casi inconscientemente, justificándolas mediante impresiones y pareceres que en ningún momento hacen referencia concreta al proyecto de ley. Los periodistas asienten satisfechos por las respuestas dadas por el diputado. A pesar de la vaguedad de sus palabras, jamás ponen en duda el nivel de profundidad con el que parece haber leído la ley.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Mentiras monopólicas


Las mentiras del poder violentan, lo mismo que son ellas mismas actos de violencia, dirigidos siempre contra quienes menos armas tienen para defenderse. Esta violencia no tiene prerrogativas partidarias. La practica tanto el gobierno como sus opositores. La ponen en práctica tanto organismos públicos como grupos privados. Y si bien es cierto que la mentira gubernamental es menos tolerable que la privada –que se reconoce desde el comienzo movida por intereses individuales-, no por eso debe desestimarse a esta última, sobre todo cuando es articulada y promovida desde los medios de comunicación, capaces de dirigir el pensamiento de una buena porción de votantes desinformados.

Claro que todo esto viene a colación de la remanida Ley de Medios recientemente elevada al Congreso. La ley se propone, en definitiva, como una ley antimonopolio disparada al corazón de las grandes corporaciones mediáticas, entre las que se cuenta el descomunal pulpo del grupo Clarín, que concentra, él solito, casi trescientas empresas de comunicación a lo largo y ancho del país.

Si bien la ley presenta ambigüedades y puntos altamente cuestionables, no es menos cierto que se configura como un claro progreso frente a la actual legislación, por lo menos desde una visión desinteresada y democratizadora. Ahora bien, en los últimos días, la publicidad pagada por los grupos afectados ha ido evolucionando de una blanda propuesta postergadora (que buscaba diferir la votación hasta el recambio legislativo) a un claro y desesperado ataque al proyecto de ley, ataque que busca poner a la población en contra de un proyecto que condena a estos grupos a desaparecer. Lo cierto es que el apoyo popular se persigue a través de las mentiras y la desinformación. De hecho, lejos de cuestionar los puntos verdaderamente flacos del proyecto de ley, en estos días se han visto dos nuevas publicidades televisivas que buscan endilgarle un carácter anticonstitucional y acusarla de limitar la libertad de expresión. Nada más alejado de la naturaleza real de la ley.

En una primera publicidad [1], el televidente es enfrentado a la palabra ‘realidad’, compuesta por un mosaico de luces las cuales comienzan a apagarse lentamente, una a una, hasta que la palabra ‘realidad’ se vuelve indescifrable. El mensaje es claro. La falta de pluralidad de miradas distorsiona la realidad. Lo increíble es que este spot sea promovido por las mismas empresas monopólicas que contribuyen de modo inevitable a esta distorsión. Si tuviéramos que expresar la coyuntura mediática actual en los términos de esta propaganda, no tendríamos sino dos o tres grandes focos luminosos acompañados por una pequeña constelación de luces casi extinguidas. Obviamente, la ‘realidad’ que nos queda es únicamente aquella filtrada por los medios poderosos que irradian sobre todo el territorio nacional. Al combatir la monopolización mediática, la nueva ley obligaría a repartir la luz de estos históricos cúmulos informáticos para que la visión de la ‘realidad’ pueda ser, tal vez por primera vez en nuestra historia, más plural y más representativa.

La segunda publicidad es menos metafórica y más concreta [2]. Sobre el fondo de una bandera argentina podemos leer frases tomadas de la constitución y de tratados internacionales, todas condenatorias de la ingerencia del Estado en lo que hace a la libertad de prensa. Resulta casi imposible determinar a qué aspecto del proyecto de ley apunta esta publicidad. No hay elemento que permitan pensar que la libertad de expresión pueda verse afectada de modo mayor que en la legislación actual. Tal vez, el ataque no haga otra cosa que referirse al nuevo organismo regulador propuesto por la ley, cuyo directorio se encontraría integrado por cinco miembros facultados para rechazar y suspender licencias (art. 12). Tres de estos miembros serían propuestos por el Poder Ejecutivo, y los otros dos deberían representar a la segunda y tercera minoría parlamentaria (art. 14). Por supuesto que este organismo de control puede mejorarse, pero no habría que olvidar mencionar que la legislación actual también propone un organismo de control (el COMFER) con facultades similares, aunque sus miembros son nombrados únicamente por el Poder Ejecutivos (Ley 22.285, art. 95 y 96). Es decir, no existen razones para suponer que la nueva ley no representa una mejoría por sobre la vieja. Sin embargo, no parece conveniente a los objetivos de los grupos monopólicos el reconocer esto. Y lo cierto es que tienen el poder para hacer creer a gran parte de la población que la realidad es la que ellos proponen [3]. Este poder, sumado a la franca incapacidad de este gobierno para informar con claridad (y a veces aun con sinceridad) impide que aparezca un mensaje lo suficientemente fuerte como para contraponerse a las mentiras mediáticas. En un país donde los poderosos todos mienten, es fácil aferrarse a la mentira de quienes se tiene más cerca del corazón. Y los medios, sobre todo la televisión, están bien cerca del corazón de la gente. Pero no sería correcto confundir afinidad con veracidad. Los medios mienten y atacan aspectos positivos de una ley que, aunque perfectible, sigue siendo una ley positiva y democratizadora. La democracia real sólo es posible cuando la información se multiplica y el control ciudadano se impone sobre el poder político. La nueva ley de medios va camino a avanzar sobre el primer punto, y seguir defendiendo medios monopólicos debería ser entendido como lo opuesto a un compromiso con la democracia.

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[1]
[2] Financiada por ATA (Asociación de Teleradiodifusoras Argentinas).
[3] Otra de las agrupaciones que figuran financiando varios spots publicitarios en contra del proyecto de ley es la Fundación Valores para el Bien Público, una fundación aparentemente creada para el caso, ya que no existe información alguna de la misma en la Internet.

lunes, 24 de agosto de 2009

Pensamientos usurpados 6: El círculo de la lectura

"De modo que acá tenemos un círculo virtuoso: las personas con mayores conocimientos pueden extraer de la lectura mayor comprensión, y en consecuencia, probablemente lean con mayor satisfacción, y en consecuencia, lo hagan con mayor frecuencia… Lamentablemente, el círculo también parece funcionar en el sentido opuesto."

Gillet, Jean & Temple, Charles (1990) Understanding Reading Problems – Assessment and Instruction.

lunes, 17 de agosto de 2009

Postal 6: Un ejemplo de inequidad

Así evaluó la presidenta el más serio problema de la Argentina:
“En la Argentina hay pobres, pero el problema es la inequidad (...) En la inequidad está la verdadera fábrica de pobres" (acá).
La reflexión es verdadera e incuestionable, y tal vez señale que la señora presidenta tiene una lectura correcta de la realidad. Más grave entonces, cuando aún conociendo la solución a un problema fundamental, que afecta tanto la vida de millones de personas como el despegue social y cultural de un país completo, se obstina ella en perseguir acciones que contradicen de modo radical lo que se expresa en el discurso. Es que la inequidad consiste en la acumulación de riquezas en unas pocas manos. Inequidad es no repartir. Pero entonces, si aquí está la causa de la pobreza, ¿hasta qué punto puede la presidenta sentirse exenta de culpa cuando su propio patrimonio se ha visto escandalosamente aumentado en los últimos años? (ver acá)
La inequidad es, en definitiva, el resultado de una acción individual, de conciencia personal, que se basa en la acumulación excesiva de una cantidad de riqueza que supera las necesidades inmediatas y a largo plazo. Es posible pensar que no hay nada inherentemente malo en aspirar a la riqueza. No parece posible, al menos, cuestionar la acumulación de riquezas que nos permitan una vida digna e incluso un futuro asegurado. El problema de la riqueza, así planteado, aparecería en el momento en que se pasa de la mera riqueza a una riqueza obscena y objetable, lo que se da cuando la acumulación excede las necesidades presentes y futuras. En ese momento, se deja de construir un patrimonio propio, de asegurar la existencia propia, y se pasa a hurtar el patrimonio potencial para el crecimiento de los otros. La riqueza que no se usa es riqueza hurtada. Es un robo que se hace a quienes no tienen y sí podrían tener.
Es cierto que es aquí donde debería estar el Estado para redistribuir beneficios, pero no por eso deja la inequidad de ser una determinación individual, la expresión de un plan de vida y de una ética específica que jamás podría ser delimitada ni regulada desde el Estado. Son las personas, individuales y autónomas, las que deben dejar de practicar la inequidad. Es una receta sencilla. Consiste únicamente en no aspirar a más de lo que uno necesita.


La presidenta, que ha alcanzado un patrimonio de 46.036.711 pesos declarados, se defiende de las críticas amparándose en la supuesta legalidad de sus negocios inmoviliarios. Pero incluso cuando se tratase de una riqueza legal, ¿es ética? ¿Es ético acumular tal suma al tiempo que se conduce un país envuelto en harapos? ¿Y es coherente con el discurso? ¿Qué valor, que credibilidad pueden perseguir las palabras de la presidenta cuando acusan de la pobreza a la inequidad que ella misma practica? Una comprobación semejante basta para teñir de hipocresía cualquier declaración del gobierno, y para justificar el descreimiento y la desconfianza en su capacidad y compromiso para ir en contra de la acumulación desigual de riquezas y en favor de la equidad y la justicia social.


viernes, 14 de agosto de 2009

Pensamientos usurpados 5: África en el capitalismo informacional


"[...] Vemos que en el capitalismo informacional, y debido al proceso de mundialización económica, las desigualdades no se configuran en una simple estructura de un centro y una periferia [...]. En la nueva división internacional del trabajo, África ya no es un continente dependiente, sino estructuralmente irrelevante desde el punto de vista del sistema; desaparece de los intereses, 'desaparece' de la red."

Ramón Flecha y Iolanda Tortajada (1999) "Retos y salidas educativas en la entrada de siglo."


martes, 19 de mayo de 2009

Postal 5: ¿Qué método cartesiano?

Dijo Schiaretti, gobernador de Córdoba y aliado de Reutemann con miras al 2011:
“A Reutemann y a mí nos eligió Clarín.” (acá)
Y eso importa, claro. La democracia nuestra de cada día es el producto de minutos de pantalla acumulados. Sin aire, sin pantalla, no hay opción política que exista. No hay asociación estratégica más relevante para un político que estar en buenos términos con los medios. ¿Por qué todos sonríen y se amigan con las boludeces de CQC, por ejemplo? ¿O cómo imaginar un De Narváez convertido en opción política sin el atajo mediático que le permiten los billetes? A quién elija Clarín, importa. Que De Narváez sea dueño de América, también. Que el gobierno haya elaborado un acuerdo con Telefé, lo mismo. O que se estime en 270 millones el piso de gasto publicitario del gobierno de Scioli para este año. ¿Pero por qué importa tanto? Porque sólo quienes pueden destinar una fuerte inversión en publicidad tienen derecho a la existencia en el panteón de los candidatos populares. Al resto no le queda más que migajas en algún que otro trasnochado encuentro de cable. La fórmula es la siguiente: Si Clarín me elige a mí, en consecuencia, la gente también me elegirá. ¿Pero hay realmente elección por parte de la gente, cuando las opciones vienen predigeridas por los grupos de poder?

Ya lo había dicho Descartes, poco antes de morir, cuando se diera cuenta de que su método basado en la duda había sido una pelotudez:
“Esta sí va en serio, che: Me publicito, luego, existo.”

viernes, 15 de mayo de 2009

Postal 4: Daniel Scioli, un ícono límbico

En Radio Continental, Magdalena Ruiz Giñazú interpeló al gobernador Daniel Scioli. En más o menos diez ocasiones, la periodista intentó extraer una respuesta acerca de si el gobernador va o no a ocupar la banca para la cual se postula. En cada una de estas (más o menos) diez ocasiones, el gobernador esquivó la respuesta. Ni sí, ni no. Scioli es un claro símbolo de la incertidumbre política en la que estamos. Todo puede ser, o puede no serlo, o puede que sea a medias; hoy puedo estar con éste, hoy con aquél, mañana con ambos; hoy defiendo ciertas políticas, mañana otras, pasado las dos –sin importar cuán contradictorio esto sea. El periodista que acompañaba a Magdalena (y que también hizo su inútil intento por extraer una respuesta del gobernador) lo definió con corrección: el limbo existe. El limbo es una incógnita. Las certidumbres, las precisiones siempre pueden molestar a alguien. Scioli, con su habilidad para quedar bien con todos y evitar precisiones es el gran ícono del limbo político en el que estamos encharcados.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Postal 3: Bailar para salvar el ecosistema


Este fin de semana tuve ocasión de ver la multipremiada Happy Feet. Uno podría discutir el valor de las impactantes imágenes digitalizadas, pero no su moraleja, que a fuerza de épica holliwoodense y matemático final feliz, aparece despojada de toda posible ironía:


"A no preocuparse, chicos, la naturaleza es sabia; todo lo que hace falta para salvar a los pingüinos, es que estos desgraciados aprendan a bailar."


lunes, 13 de abril de 2009

Elecciones: ¿voto estratégico o voto por convicción?


La política partidista se encuentra tan manoseada que no es raro que la previa electoral pase menos por elegir candidato que por plantearse una estrategia de votación. En las charlas de sobremesa no son muchos los que defienden candidatos; en cambio, pareciera que la actitud electoral más acostumbrada consistiera en identificar al menos malo. En este contexto, surge una antigua disyuntiva: ¿votar estratégicamente o votar por convicción? La duda es válida. La opción política está tan atomizada que es imposible hacer frente a la maquinaria partidista de justicialismo si no es a través de estrambóticas alianzas que albergan en su seno los mismos engaños y contradicciones que con ardor se pretende achacar al gobierno. Esto, claro, siempre y cuando lo que uno pretenda sea ganar una elección. ¿Qué pasa cuando uno se siente hondamente identificado por un partido con pocas chances de acceder a alguna banca? ¿Deberíamos votarlo o deberíamos resignar nuestras convicciones ideológicas por un voto más pragmático a un partido con más chances?


Me parece entender que esta última pregunta encierra una falacia. Así planteada, la opción parece dar por cierto que un voto a un partido sin chances es un voto desperdiciado, un voto que cae en el vacío descalificador de la no representatividad. Este es un pensamiento que francamente atenta contra una democracia bien entendida (es decir, ninguna de las ‘democracias’ de las que yo tenga noticias por lo menos). La filosofía democrática se funda sobre la concepción de que cada grupo social, ideológico o cultural no sólo puede sino que debe poseer espacios potenciales para la representación. Es probable, pero también es lógico, que un grupo de reciente composición tarde en hacerse con espacios de poder [1]. Sin embargo, un voto otorgado a estos grupos no sólo puede implicar su subsistencia, sino, y más importante aún, su validación como opción política. Toda opción política que se plantee por fuera de las estructuras partidarias tradicionales sólo puede llegar a acceder a espacios de representación oficiales con el tiempo, y gracias al apoyo recibido en instancias de aparente ‘derrota’. Sin este apoyo fundamental, las opciones se debilitan y se desvanecen.


En definitiva, la solución al dilema planteado deberá buscarse en la profundidad de la convicción personal. Quien se sintiera hondamente identificado por un grupo político minoritario sin opción de acceso inmediato a un cargo político, pero que decidiera otorgar su voto a un partido con más posibilidades, estaría en principio actuando contra las perspectivas de crecimiento futuro del partido con el cual se identifica (y esto, pasando por alto la flaqueza ideológica que implica rechazar a quien nos representa bien y apoyar a quien nos representa mal). Un pensamiento democrático guiado por la ética y la coherencia (o, por lo menos, por la ética de la coherencia) debería abrazar y promover la construcción y el desarrollo de opciones alternativas, más aún cuando las opciones tradicionales se conocen insuficientes. Toda votación, y más allá de las falencias de nuestro sistema actual, es una instancia de elección, pero también de validación. Creo que es parte esencial de nuestra actividad como votantes el otorgar votos que validen los espacios y las ideas en las cuales nos reconocemos [2]. De otro modo, no se hace sino reproducir la misma lógica oportunista que después se cuestiona en los partidos mayoritarios.


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[1] Más aún (pero este ya es un tema en sí mismo) cuando no se poseen los recursos económicos que posibilitan el acceso a los medios de comunicación, que representan hoy en día el único espacio de real acceso a la consideración popular.


[2] Obviamente, nuestra función como votantes debe comenzar con un compromiso por informarnos. Las opciones políticas no suelen ser dos ni tres, éstas son sólo las opciones que alcanzan –financiamiento de por medio- los medios de comunicación. Desestimar las opciones minoritarias por mero desconocimiento, así como votar las opciones mayoritarias sin conocer en profundidad las políticas que postulan y representan, son signos de ignorancia. Y la ignorancia es el gran enemigo de la democracia.

jueves, 9 de abril de 2009

Hipótesis 2: El cuento de la buena pipa…


_Hagamos un muro que separe los barrios pobres de los barrios ricos.

_Pero intendente, hay demasiados barrios pobres, no nos va a dar el presupuesto.

_Entonces hagamos un muro alrededor de los barrios ricos.

_Eso ya existe: se le llama country. Pero los ladrones entran lo mismo en estos lugares.

_Atrapemos a los ladrones entonces. ¿Dónde viven?

_En los barrios pobres. Pero la policía no se mete en esos barrios.

_Ya sé, hagamos un muro que separe a los barrios pobres de los barrios ricos…

jueves, 2 de abril de 2009

Alfonsín: la fabricación de un prócer


Es curioso, hasta hace tiempo, si el nombre de Alfonsín venía a cuento en alguna discusión, había que emprender un esfuerzo por contener y contextualizar el ataque descalificador e indiscriminado contra su figura. Ahora, que en tres días esta figura parece haber sido vertiginosamente elevada a la categoría de prócer, en las discusiones parece necesario contener y contextualizar la alabanza emotivista e indiscriminada. Ningún extremo es bueno; no porque uno no encuentre comodidad y desahogo en ellos, sino porque simplifican y reducen la complejidad de los hechos y de las personas. ¿Pero cómo puede haberse pasado tan de pronto de denostar y despreciar a un personaje político como Alfonsín a rescatarlo y elevarlo al podio de los héroes de la patria? Seguramente en las largas colas del Congreso había mucha más gente de la que naturalmente hubiese soñado con despedir al ex mandatario; y muchos, vale decir, confesaban ante las cámaras su abrupto pasaje de la honda desconsideración al amor más apasionado. Personalmente, no adhiero a quienes explicaron el fenómeno refiriendo a un defecto en nuestro carácter nacional, que nos lleva a reconocer a nuestros grandes hombres sólo después de muertos. No hay conciencia, individual o colectiva, que pueda ponerse patas para arribas en una noche y empujar a una movilización tan repentina; no de modo natural, no por sí misma, sin un fuerte estímulo externo.


De aquí que tenga para mí que el gran artífice detrás de la súbita mitificación de la figura de Alfonsín sean los medios. Un elemento sustancial en esta construcción es el lenguaje al cual se recurrió para dar a conocer la noticia. Ya no se hizo referencia a un ‘ex mandatario’ o a un distante ‘primer mandatario de la democracia’; en cambio, se apeló al fallecimiento del ‘Padre de la Democracia’. A través de una veloz operación lingüística y simbólica, la figura de un político, ex presidente, ser humano imperfecto y contradictorio, con un pasado en el que se acumulan importantes éxitos pero también inapelables fracasos, aparece de pronto asociada a términos idealizados y elevados. Ya no se hace referencia a un ‘ex algo’ sino a un ‘padre’. Padre, con toda la carga simbólica y mística que acompaña a esta palabra. Padre, como fueron bautizados los hombres elevados a héroes nacionales, como San Martín, como Sarmiento. Si uno y otro fueron padres de la patria y de la escuela respectivamente, Alfonsín es convertido por los titulares televisivos en ‘Padre de la Democracia’. Mediante un simple deslizamiento de significados, San Martín es equiparado con la patria, Sarmiento con la escuela, y Alfonsín con la democracia. Alfonsín y democracia son ahora lo mismo. El uno encarna al otro, y la persona y el político son abstaídos de su humanidad para convertirse en mito.



Toda operación de mitificación implica dos efectos concomitantes. Por un lado, se lleva a cabo una objetable simplificación de la realidad. Una personalidad humana, compleja, cargada de ambigüedades y contradicciones, queda reducida a un ideal heroico. Esto, a su vez, supone una selección y una distorsión de la Historia. En principio, se omiten los rasgos o acciones más ríspidas del personaje en cuestión. Así, en el caso de Alfonsín, se evita misteriosamente mencionar la hiperinflación, el sometimiento al FMI, el pacto de Olivos o la Alianza. Pero también se fuerza una interpretación de la realidad simplificada: la imagen del ex presidente como un héroe popular que enfrenta a la dictadura con las armas de la democracia y la honestidad política. En esta visión no sólo se distorsiona la complejidad del proceso de recuperación de la democracia, sino que se suprime la multiplicidad de actores participantes de tal proceso en beneficio de un aparentemente único responsable. [1]


Este tipo de construcciones mitificadoras no es nuevo, pero sí es curiosa la responsabilidad mediática. En tiempos pretéritos, era la escuela la encargada de elaborar y reproducir este tipo de simplificaciones. De aquí hemos heredado el carácter de santos laicos que suele atribuirse a personajes como San Martín, Sarmiento, Evita o Perón. En estos casos, la elevación icónica de personajes políticos al podio de los próceres respondía a intereses políticos con los cuales –operación de mitificación mediante- estos personajes eran identificados por los gobiernos a los cuales convenía su figura [2].


A primera vista, lo anterior parecería sugerir una motivación política por parte de los medios para el repentino rescate de la figura de Alfonsín. Personalmente, creo intuir que la lógica televisiva ha perseguido intereses más básicos que el compromiso político con uno u otro grupo partidario. La televisión es movida por el rating, y es ya un lugar común señalar que el rating de los noticieros es muchas veces forzado a través de técnicas de emotivación y conmoción. Ante un fallecimiento como el de Alfonsín, la lógica televisiva dicta que es siempre más conveniente un titular que movilice emocionalmente antes que uno que refleje la realidad de modo objetivo. El fallecimiento de un ‘ex presidente’ deja lugar entonces al adiós al ‘padre de la democracia’. Las asociaciones simbólicas que acompañan a este titular atraen a la audiencia, y una vez que este recurso se muestra efectivo sólo es cuestión de sostener el nivel de emotividad. Se rescatan tapes y reportajes que atiborran la programación -no siempre relevantes y muchas veces directamente traídos de los pelos-; se hace una selección de contenidos que evitan todo tipo de cuestionamiento a la figura del ex mandatario -lo cual permite sostener el nivel de emotividad de las pantallas-; y la conciencia de los televidentes es súbitamente sacudida, y la figura de Alfonsín luce grande cuando se la opone a la actualidad política y se la reafirma una y otra vez a través de conceptos heroicos y de imágenes de un pasado –ciertamente- glorioso.


Con esto no niego la espontaneidad de la reacción de la gente que fue a despedir al ex presidente, pero dudo que esta espontaneidad hubiese sido tal si los medios no hubiesen estado ahí, forzando un replanteo obligado sobre la figura de un actor político hasta hace poco relegado en las consideraciones de sobremesa y en el imaginario popular.


__________

[1] La elaboración de una imagen de prócer nacional requiere a su vez de cierto grado de neutralidad partidaria que permita asociar la imagen del personaje histórico con valores nacionales consensuados; en el caso de Alfonsín, esto aparece en la asociación con los conceptos de democracia y de honestidad política.


[2] Son muchos los autores que estudian estos procesos en la historia de nuestra educación. Se me ocurren como ejemplo Bertoni (para el caso de San Martín y Sarmiento) y Somoza (para el caso del peronismo).



miércoles, 1 de abril de 2009

Hipótesis 1: El dueño de la pelota


_SOLÁ: Mirá, yo ya fui governador y tengo una trayectoria diez veces más importante que la tuya; no voy segundo ni loco.

_NARVÁEZ: ¿Qué parte no entendiste, Felipe? El que pone la guita en esta campaña soy yo.

(Silencio reflexivo)


_SOLÁ: Che, ¿Y como tercero quién te gusta?


martes, 10 de marzo de 2009

UNA CHARLA Y LA INJUSTICIA SOCIAL

Hace unos días se dio una charla entre gente proveniente de tres áreas bien distintas, pero con igual peso social: un docente, un médico especialista en trasplantes y una psicóloga penitenciaria. Mi intención no es extraer conclusiones de esta charla; tan sólo dejo las ideas que se volcaron en ella. Pero queda claro que en cada comentario se habla del Estado y de su rol vacante como igualador social.


El docente reflexionó acerca de cómo las subvenciones que el Estado hace de la educación privada esconden una clara política de reproducción social. Así, el Estado invierte el dinero de todos para que la clase media tenga una educación diferenciadora y de relativamente buena calidad, mientras que no hay presupuesto suficiente para salvar lo serios problemas de la educación pública, y las clases bajas son privadas no sólo de la posibilidad de tener una educación académica que les permita acceder a una educación superior, sino incluso de aprender los contenidos mínimos necesarios para abrirse camino en la vida adulta.


Por su parte, el médico especialista en trasplantes comentó que el grueso de los donantes son personas de bajos recursos, pero que la mayoría de los receptores de órganos son personas de clase media o alta. Esto se debe a que la mayoría de los hospitales públicos no tienen los insumos necesarios ni pueden mantener a los potenciales receptores en condiciones óptimas para un transplante. En consecuencia, la mayor cantidad de los órganos donados cae en mano de las clínicas privadas, cuyos pacientes son los únicos que pueden pagar un servicio médico de excelencia.


Finalmente, la psicóloga penitenciaria, quien se especializa en jóvenes, dejó en claro algo que todos sabemos o sospechamos: aunque es evidente que en todos los niveles de la sociedad se delinque, las cárceles están llenas de jóvenes de bajo recursos. La clase media apenas si deja su marca en las prisiones, y la clase alta sabe evitarla a fuerza de abogados muy bien pagos. Por otra parte, cuando se oyen las historias de vida de los presos, queda en claro que hay fuerzas sociales y omisiones del Estado que de algún modo cierran cualquier otro camino para estos jóvenes que no sea la delincuencia. Los jóvenes delincuentes, en muchos casos, son delincuentes porque no pueden ser otra cosa.


La charla se cerró así, sin conclusiones, o con conclusiones inferidas; y así quisiera dejarla.


Hasta la próxima.

martes, 27 de enero de 2009

La plata y la crisis (segunda entrega)

La crisis financiera del planeta nos obliga a hacer un esfuerzo por extraer algo de sentido de este aparato complejo e indescifrable que es el sistema financiero. Cuando se agudiza la vista, sin embargo, parece descubrirse un universo casi mágico del cual somos inevitables prisioneros. Aunque suene fantástico, el sistema financiero no es más que un montón de principios místicos, donde la fe determina la diferencia entre el éxito y el más rotundo fracaso.


Dos simples pasos para crear dinero


En la primera entrega de esta serie descubrimos que la plata no existe, que el dinero no es más que una ilusión en la cual un buen número de personas nos ponemos de acuerdo. Una vez que reconocemos esto, ya no parece tan descabellado afirmar que el dinero es relativamente fácil de crear. Sin embargo, es cierto que existen leyes que limitan la creatividad popular en este sentido. Es decir, no cualquiera puede imprimir billetes. Pero esto no impide de ningún modo que cualquiera de nosotros, siguiendo dos simples pasos al alcance de cualquier ama de casa aburrida, podamos generar dinero hasta hoy inexistente. La clave de este mágico truco financiero reside en dos muy frecuentes operaciones bancarias: el depósito y el préstamo.


Supongamos la siguiente situación: Después de trabajar duro en nuestro pequeño kiosco de barrio, y de mucho ajustar los bolsillos durante treinta días, por fin llegamos a fin de mes con un excedente de 10$ en nuestra billetera. Se trata de un incipiente ahorro que sabemos puede incrementarse con un poco de suerte y esforzada voluntad. Esto sería una buena noticia si tuviéramos lugar seguro donde guardar este dinero. Como no tenemos dónde mantener nuestros ahorros al amparo de manos ajenas, decidimos recurrir a un buen amigo (a quien podríamos llamar Banco) para que guarde y custodie nuestros billetes. Sabiendo que por el momento no necesitamos esta plata, mi buen amigo presta nuestros diez pesos a un señor a quien no conocemos. Quiere la casualidad que este señor pase por la puerta de nuestro pequeño kiosco de barrio y decida comprar no uno, sino diez piragüitas de chocolate. En consecuencia, este señor nos paga diez pesos, que son los mismos diez pesos que nuestro amigo le había prestado, que son a su vez los mismísimos diez pesos que nosotros mismos habíamos dejado en custodia de nuestro amigo.


Hasta aquí, nada parece estar fuera de lugar. Esto sucede, de hecho, todo el tiempo, gracias a los millones de depósitos y préstamos que se dan a cada instante en el mundo real. Ahora bien, consideremos las consecuencias de nuestro breve ejemplo. ¿Cuánto dinero tenemos? Desde nuestra perspectiva, somos poseedores de $20: $10 depositados más $10 por la venta de piragüitas. Sin embargo, ¿es posible decir que esos $20 son reales? Evidentemente, los $10 que depositamos parecían bien reales. Sin embargo, materialmente, son los mismos $10 con los cuales el señor de la historia pagó sus piragüitas. Es decir, 10 de los $20 en nuestro poder son virtuales, irreales, fantasmas creados de modo mágico gracias al ilusionismo del depósito y el préstamo. Hasta podríamos volver a depositar estos nuevos $10 y volver a recibirlos como parte de pago por otro montón de piragüitas. Y así hasta el infinito.


Podríamos decir que no hay mucho de real en el dinero que solemos intercambiar en la vida real. Esto que atormenta nuestra ingenua concepción del dinero como algo concreto tiene una consecuencia potencialmente catastrófica. A saber: si gran parte del dinero que manejamos no existe, esto significa que en realidad no tenemos gran parte del dinero que creemos tener. ¿Dónde está la catástrofe? Bueno, siempre y cuando los seres humanos no deseemos todo el dinero que creemos tener al mismo tiempo, es decir, siempre y cuando yo no vaya a reclamarle a mi amigo Banco mis $10 pesos, entonces todo marchará sobre rieles. Tampoco habrá problema si yo decido recuperar mis $10 y mi amigo Banco me da, a cambio, $10 que algún otro señor depositó. La catástrofe vendrá el día en que todo el mundo pida al mismo tiempo que le devuelvan sus depósitos. Por más buena voluntad que tenga mi amigo Banco, jamás podrá devolver un dinero que ya no existe.


En términos pedestres, esta catástrofe se denomina ‘corrida bancaria’. Imaginemos que alguien nos dijera que nuestro amigo Banco no es confiable y se nos ocurriera retirar todo nuestro dinero de golpe. Imaginemos ahora a miles de personas haciendo lo mismos al mismo tiempo. Bien, entonces la ilusión se pondría en evidencia. Descubriríamos de pronto que nuestros $20 nunca existieron. Siempre fueron diez.


En términos simplificados, esto es lo que ocurre cada tanto con el sistema de créditos y depósitos bancarios. Por eso el temor a las corridas bancarias, por eso los corralitos. Sin embargo, en nuestro afán desmitificador, lo importante sería ir un poco más allá de esta mera ilustración, para identificar cuál es elemento fundamental que sostiene y contiene a todo sistema financiero y que permite las más descabelladas muestras de ilusionismo de salón. Es decir, una vez que reconocemos la fragilidad de nuestro sistema financiero, ¿de qué depende que los seres humanos no salgan en manada a reclamar sus ahorros, provocando una descomunal debacle bancaria?


Pues bien, otra vez la palabra clave es la confianza. En este caso, lo que permite que la riqueza crezca de modo ficticio es la confianza en que el resto de la gente no desconfiará y no saldrá a pedir su dinero. O, lo que es lo mismo, la confianza en que los bancos podrán llevar a cabo su profética labor de prestidigitadores financieros.


Una vez más, como en nuestra entrega anterior, el sistema financiero parece sostenido por la fe. Es la fe lo que hace a los bancos viables, y con ellos al sistema de préstamos y depósitos gracias a los cuales se crea mágicamente más y más riqueza que permite a las clases media y alta (con acceso a crédito) obtener lujos y confort, pero que, a decir verdad, no existe.


Hasta aquí la lección de esta segunda entrega: el sistema bancario es una maquinaria aceitada, pero con tornillos flojos. Un leve sacudón, y todo puede irse al diablo.



Otras entregas


La plata no existe

Cómo se pincha una burbuja financiera

El sistema financiero es una religión


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