martes, 10 de marzo de 2009

UNA CHARLA Y LA INJUSTICIA SOCIAL

Hace unos días se dio una charla entre gente proveniente de tres áreas bien distintas, pero con igual peso social: un docente, un médico especialista en trasplantes y una psicóloga penitenciaria. Mi intención no es extraer conclusiones de esta charla; tan sólo dejo las ideas que se volcaron en ella. Pero queda claro que en cada comentario se habla del Estado y de su rol vacante como igualador social.


El docente reflexionó acerca de cómo las subvenciones que el Estado hace de la educación privada esconden una clara política de reproducción social. Así, el Estado invierte el dinero de todos para que la clase media tenga una educación diferenciadora y de relativamente buena calidad, mientras que no hay presupuesto suficiente para salvar lo serios problemas de la educación pública, y las clases bajas son privadas no sólo de la posibilidad de tener una educación académica que les permita acceder a una educación superior, sino incluso de aprender los contenidos mínimos necesarios para abrirse camino en la vida adulta.


Por su parte, el médico especialista en trasplantes comentó que el grueso de los donantes son personas de bajos recursos, pero que la mayoría de los receptores de órganos son personas de clase media o alta. Esto se debe a que la mayoría de los hospitales públicos no tienen los insumos necesarios ni pueden mantener a los potenciales receptores en condiciones óptimas para un transplante. En consecuencia, la mayor cantidad de los órganos donados cae en mano de las clínicas privadas, cuyos pacientes son los únicos que pueden pagar un servicio médico de excelencia.


Finalmente, la psicóloga penitenciaria, quien se especializa en jóvenes, dejó en claro algo que todos sabemos o sospechamos: aunque es evidente que en todos los niveles de la sociedad se delinque, las cárceles están llenas de jóvenes de bajo recursos. La clase media apenas si deja su marca en las prisiones, y la clase alta sabe evitarla a fuerza de abogados muy bien pagos. Por otra parte, cuando se oyen las historias de vida de los presos, queda en claro que hay fuerzas sociales y omisiones del Estado que de algún modo cierran cualquier otro camino para estos jóvenes que no sea la delincuencia. Los jóvenes delincuentes, en muchos casos, son delincuentes porque no pueden ser otra cosa.


La charla se cerró así, sin conclusiones, o con conclusiones inferidas; y así quisiera dejarla.


Hasta la próxima.