jueves, 28 de agosto de 2008

La curiosa memoria olímpica de la Secretaría de Deportes


Parece ser que la Secretaría de Deportes de la Nación envió un comunicado a través del cual el gobierno se jacta de ser aquél que más medallas ha cosechado en juegos olímpicos en nuestro país. En este cómputo entran, por supuesto, las dos gestiones Kirchner, aún cuando la del anterior presidente recién se iniciara para la época en que las olimpíadas de Atenas tuvieron lugar.


Pero más allá de si es o no correcto que un gobierno se jacte de una performance deportiva en la cual en muchos casos no ha tenido verdadera influencia, existe un dato por lo menos incómodo. Resulta que la Secretaría de Deporte aclara que esta superioridad medallística frente a otros gobiernos sólo tiene en cuenta aquellas olimpíadas jugadas a partir del año ’48, después de las cancelaciones de la 2ª Guerra Mundial. Esto, por supuesto, deja de lado doce juegos olímpicos previos, dos de estos, durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear (1922 y 1928). Curiosamente, fue en estos dos juegos que Argentina realizó su mejor performance histórica, con 16 medallas frente a las 12 de los últimos años.


El razonamiento de la Secretaría de Deportes es grave. Supone que la historia olímpica se inicia en aquel punto que se decide conveniente. De no ser así, no habría porqué jactarse de un ‘primer puesto’ que es en realidad ficticio. Lo grave es que para evitar el incómodo 'segundo puesto' que concede la historia, la Secretaría de Deportes debe reescribir el pasado, o, lo que es lo mismo, anular esa parte de la historia que no es favorable. Es tradición de algunas formas de poder mandar a quemar aquellos libros cuyas palabras pueden debilitar y cuestionar el orden instaurado. En un tiempo en que lo que sobra son las palabras y la presencia de las mismas es casi laberíntica, la destrucción de documentos es tan imposible como innecesaria: basta con ignorar aquello que molesta. Total, muy poca gente lo notará. Esto es lo que hace la Secretaría de Deportes. Construye su propia historia olímpica mediante la sutil omisión de aquella porción del pasado que la contradice.