martes, 14 de junio de 2011

Mudanza hacia otros continentes

En un repentino lapsus centralizador, he decidido unificar mis dos blogs en español, por lo que he mudado toda la información de este blog a Contenidosincontinente. Ahí nos vemos.

viernes, 27 de mayo de 2011

Pensamientos usurpados 23: Quién habla de la guerra, y por qué

Dando vueltas a mi alrededor, los reporteros preguntaban a los soldados sus opiniones sobre la guerra, el ejército, o incluso políticas tan controversiales como la ‘Don’t Ask, Don’t Tell’ (No preguntes, no cuentes). Los reporteros leían los mensajes que recibía el general y lo oían tomar decisiones. Estaban en contacto con material clasificado y se les confiaba el no darlo a la luz. Salían de patrullaje con tenientes de 24 años que a menudo debía tomar decisiones de vida o muerte y eran libres de reportar cualquier cosa que vieran. Siempre me asombró aquello (como la escena en El Mago de Oz, cuando todo pasa del blanco y negro al color).

Nada de esto preocupaba al ejército. ¿Por qué? Porque sus oficiales sabían perfectamente que para los reporteros aquel proceso era -sin escatimar palabras- seductor. El mundo, parece ser, se divide en dos grupos, aquellos que sirvieron al ejército, y aquellos que no. Para lo pocos reporteros que han servido al ejército, aquello no sería otra cosa que una vuelta a casa, una chance para revivir una juventud apagada por los recuerdos. Para los otros, como yo, meterme con el ejército se sentía como haber sido invitado –mejor dicho, bienvenido- por primera vez por los chicos más copados.

[…] Salís con los soldados y de pronto estás a lomo de un enorme monstruo blindado. Sos el único sin armas y entonces ellos tienen que protegerte. En lugar de reírse de vos, te entienden. Aburridos como están de no tener más que compañeros para hablar, compañeros que comen la misma comida, miran los mismos programas de TV, y duermen, mean y trabajan juntos todos los días del año, los infantes te ven como alguien interesante. No podés creerlo, pero realmente quieren saber qué es lo que sabés, por dónde anduviste, qué cosas viste… y vos querés contarles.

[…] Del mismo modo en que un año de perro equivale a siete años humanos, cada día vivido en el campo de batalla equivale a un mes de relaciones humanas. Rápidamente te volvés cercano a los soldados con los que estás, y aunque puede que no vuelvas a verlos a la semana siguiente, formás un lazo con ellos.

Llegaste como un extraño. Ahora comés su comida, mirás televisión con ellos, y dormís, meás y trabajás todo el día con ellos. Estos son tus amigos, aunque más no sea por el tiempo en que estén juntos, y nunca los vas a traicionar. En estas condiciones, es tremendamente difícil decir nada malo acerca de una organización cuyos rangos menores acaban de prestarte su bolsa de dormir sin dudarlo porque sos demasiado inexperto y tonto como para haber traído la tuya.

Así que pueden confiar en mi palabra: es realmente difícil escribir sobre el ejército de modo objetivo, aún cuando lo intentes. Eso no quiere decir que todos los reporteros sean encubridores; es tan sólo una advertencia para que se cuiden cada vez que leen a nuestros expertos en guerra.

Así y todo, es de suma importancia tener una perspectiva acerca del ejército y de lo que en verdad importa cuando amenazamos con meternos en otra guerra multigeneracional sin ningún sentido, o vemos la creciente militarización de los asuntos exteriores y destinamos aún más de nuestro presupuesto para el ejército. Los amantes y los pornógrafos de la guerra no pueden ofrecernos una mirada objetiva de un mundo en el cual cada vez más extranjeros no se cruzan con un norteamericano sino cuando va de verde y cargando armas.

(Peter Van Buren, 'The War Lovers,' Le Monde Diplomatique)

domingo, 22 de mayo de 2011

Pensamientos usurpados 22: Para re-construir la historia nacional

(...) El revisionismo histórico, esa orientación nacional y popular de interpretación historiográfica que confronta al liberalismo autoritario, elitista, porteñista y antipopular de la historia oficial que siempre nos enseñaron y contaron, la que escribió la oligarquía librecambista del puerto al final de las guerras civiles que no podían perder pues disponían de los ingresos de la Aduana y el apoyo de Gran Bretaña y de la entonces poderosa masonería internacional. (O'Donell, La celebración de la otra Historia, en Tiempo Argentino) 

viernes, 20 de mayo de 2011

Elogio al desorden y a la informalidad

En un mundo caótico, una mente excesivamente ordenada sólo puede colapsar.

viernes, 29 de abril de 2011

Charly García: victimizar a los padres

Migue García, hijo del ícono del rock nacional, salió a sembrar dudas acerca del tratamiento de recuperación al que su padre es sometido, y a despotricar contra el responsable de tal recuperación, Palito Ortega, ícono pop setentista y efímero político noventoso de factura menemista. Lo curioso, aunque predecible, es que los medios y buena parte de la opinión pública hayan respaldado la lógica con la cual Palito se desentiende de las críticas de Migue. Resumámosla de este modo: ¿Qué viene a reclamar ahora este pibe? ¿Por qué no se ocupó de la adicción de su padre cuando el músico había llegando al límite?


La reacción cuidadosa pero severa de los medios fue mostrar a Migue como un desagradecido y un incompetente. No es que tal construcción requiera gran esfuerzo. Cualquier entrevista al muchacho lo muestra claramente como un incoherente y un resentido, incapaz de articular dos palabras consecutivas, ya sea por falta de inteligencia o por el hábito tóxico que parece correr por sus venas. Pero claro, esta actitud generalizada de achacarle al hijo su indiferencia por los problemas del padre deja de lado un aspecto de suma importancia: Migue es hijo de Charly, fue criado por él, educado por él; creció en el entorno que su padre le ofrecía, naturalizando la elección de vida temeraria de su padre, viendo cómo esta actitud entronaba a Charly y lo confirmaba a través del tiempo como ícono heroico de una cultura rebelde e insumisa; Migue, influenciado por la enorme figura de Charly, acabó asumiendo como propios aquellos riesgos, con sus incoherencias, sus adicciones y la épica a estos asociada. Todo esto ha hecho de Migue quien es. Todo esto lo lleva a desconfiar del lelo balbuceante y dopado en que su padre, gran provocador, se ha convertido. A desconfiar de ese hombre repentinamente obeso, falto de brillo, de ironía, de heroicidad. Ese hombre que es el Charly ‘curado’ y que más se parece a mi abuelo que al padre de Migue, al hombre que lo crió y le transmitió sus valores de rock y rebeldía. ¿Cómo esperar que Migue no desconfíe? ¿Cómo suponer que él desearía ver a su padre así ‘curado’? Si alguien le cambiara la cabeza y la figura a mi viejo de un día para el otro -para bien o para mal-, yo desconfiaría. 
 

Migue no puede tener la culpa de nada, porque Migue es lo que su padre Charly ha hecho de él (de hecho, Migue se parece demasiado a Charly). Cuando Palito y los medios le recriminan falta de preocupación por la salud de su padre, se olvidan de que esa falta de preocupación es la misma que Charly le inculcó. Migue no hace más que reaccionar como Charly hubiese reaccionado si alguien hubiese querido ‘curar’ a su hijo. Migue es víctima de Charly, no es su victimario. Si Palito Ortega fuese realmente un hombre de la hondura afectiva que se proclama, no debería desconocer este hecho. Que lo desconozcan los medios tal vez asombra menos. Claro que se podrá argüir que pensar en Migue en estos términos es infantilizarlo, tratarlo como a un niño, que en realidad el muchacho ya es mayorcito de edad (ya pasó los treinta, por cierto), que ya discierne entre el bien y el mal y que debería poder hacerse cargo de sus propios problemas. Personalmente, desconfío de este argumento, y es precisamente a este punto al cual deseaba llegar.

Existe en nuestra sociedad un mito en relación con la mayoría de edad. Creemos sin pensarlo que trasvasar los 18 nos convierte mágicamente en seres superiores, críticos y autónomos. Lamentablemente no hay nada en la naturaleza humana que nos permita sospechar una relación recíproca entre edad y madurez intelectual o emocional. Esta creencia no es más que una convención que facilita la clasificación de los individuos en una sociedad escolarizada, pero que poco nos describe como personas concretas. En realidad, el psicoanálisis ya nos develó que nunca dejamos de ser la sombra de quienes nos educaron. Aún cuando algunos renieguen de su educación y se opongan a ella, incluso en este rechazo se hacen carne nuestros padres, nuestros amigos, nuestros docentes, nuestra cultura. Que Migue haya dejado bien atrás los 18 no significa que sea una persona ‘madura’. Menos aún significa que podría estar en condiciones de hacerse cargo de la salud de su padre. A duras penas puede con su propia vida, del mismo modo que a duras penas su padre pudo con la suya. ¿Quién tiene la culpa, entonces? Migue, seguro que no. Atacarlo, despreciarlo, hacerlo a un lado como al parecer hace Palito es, por lo menos, injusto. Los hijos no son los victimarios de sus padres. No vamos a andar generalizando, se imaginarán, pero las más de las veces, suele ser lo contrario. 

miércoles, 27 de abril de 2011

Pensamientos usurpados 21: La escolarización concentra la riqueza

Sean cuales fueren sus afirmaciones de solidaridad con el Tercer Mundo, cada estadounidense que ha conseguido su título universitario ha tenido una educación que cuesta una cantidad cinco veces mayor que los ingresos medios de toda una vida de media humanidad. 
[Ivan Illich, La Sociedad Desescolarizada.]

martes, 5 de abril de 2011

Pensamientos usurpados 20: Qué es la democracia en realidad

Para mí, la democracia es un sistema que constituye un terreno de conflictos, que se pueden resolver de manera pacífica y con libertad. Eso es la democracia. No es algo que, en sí mismo, genera igualdad. Es un campo de luchas organizadas, que crean incentivos a las fuerzas políticas para obedecer las reglas. Cuando la democracia funciona, procesa varios conflictos en paz y sin violar demasiado la libertad.
[Adam Przeworski, Página 12 (20-03-11)]

viernes, 1 de abril de 2011

Pensamientos usurpados 19: ¿Para qué m... sirve el análisis sintáctico?

Mara: ¿Aportó en algo a tu formación como escritor, o a tu forma de escribir, o a tu ser lector o tu vida directamente, el análisis sintáctico de oraciones?

Agrimbau: Sí. Me encantaba el análisis sintáctico y me iba muy bien. Era muy nerd de Lengua y Literatura. Lo que no te dicen es que es mucho más importante la sintaxis y la gramática que la ortografía. La ortografía tiene que estar bien, hasta el Word te la corrige, es algo técnico, sin arte. La sintaxis y la gramática son, antes que nada, cuestiones estéticas. Elegir entre oraciones largas o cortas, administrar adverbios, conjugar elegantemente, todo eso es vital para cualquier escritor.
[A Mansalva: entrevista pública a Diego Agrimbau, Fierroblog]

martes, 29 de marzo de 2011

La mentira de la igualdad ante la ley

Lógico malestar trajo el bloqueo que impidió la salida del Clarín dominical. Pero más allá de las lecturas políticas para un lado o para el otro, me quedo –como siempre- con un pequeño detalle de esos que saben esconder mucho sentido. A la mañana siguiente al bloqueo, desde una de las radios del multimedios, el periodista Nelson Castro entrevistó a uno de los delegados sindicales que llevaron a cabo la protesta. Tras oír las razones esgrimidas por el mismo, Castro cerró la charla enfatizando que un método de protesta ilegal como el propuesto quitaba legitimidad a sus reclamos. Es decir, que por más justa que sea la demanda, si no se siguen medios legales, la razón es del demandado. De nada sirvió que el delegado hubiese reiterado que el conflicto con el Grupo Clarín lleva más de seis años (¡seis años!), que la empresa los persiguió y los llevó a la justicia sin razón, que la justicia los sobreseyó y que la empresa no los había reincorporado como correspondía; que el Ministerio de Trabajo había sancionado al Grupo por las irregularidades y que aún así Clarín no había cumplido con la sanción ni les había devuelto la libertad sindical en disputa. “Estamos en un país donde todos somos esclavos de la ley,” se excusó Castro, y con esto pretendió anular los argumentos de su interlocutor y dio por concluida la entrevista.

Cuesta creer que si todos somos esclavos de la ley, Castro no se haya horrorizado con las constantes maniobras de evasión legal del Grupo Clarín. Alguien dirá que no podía escandalizarse con las violaciones de sus propios empleadores. En este caso, prefiero darle a Castro el beneficio de la duda. Prefiero imaginar que su legalismo exacerbado es producto de una fe sincera en las instituciones que garantizan una vida democrática. Desde este punto de vista, sus comentarios no destilarían hipocresía, sino que dejarían al descubierto un mal aún mayor: una visión reduccionista e ingenua sobre la legalidad, que lejos de asistir a la democracia, la limita y la corrompe. Esta visión supone que todos somos realmente iguales ante la ley. Nada más alejado de la realidad. Quienes tienen más poder económico siempre tendrán un mejor y más favorable acceso a la justicia. Esto no supone entender que la justicia es necesariamente corrupta, sino reconocer que los circuitos legales a los que uno puede acceder son siempre más amplios cuanto más poder económico se tenga y mejores abogados se puedan costear. Por eso, pensar que un grupo de delegados puede enfrentar en igualdad de condiciones legales a un multimedios multimillonario como Clarín es de una ingenuidad dramática (por no decir patética). Es que David jamás podrá enfrentar a Goliat mano a mano; por eso la honda, por eso la piedra. 
 

Más aún, el carácter corporativo de una de las partes en pugna también marca un desequilibrio importante. Un punto clave donde la desigualdad señalada se vuelve evidente es en la forma diferencial en que un proceso judicial afecta a individuos reales y a sujetos corporativos. Ante un conflicto legal, las personas reales son presionadas por el tiempo, por las necesidades económicas, por los reclamos familiares, por la vida misma. Seis años de tensiones legales es más de lo que la mayoría de los seres humanos pueden soportar. La vida está de por medio, una vida concreta que es corta y finita. Esto no corre para las corporaciones, a quienes lo mismo da uno que quince años de idas y vueltas judiciales. Para ellos la justicia es una materia que es posible presionar, dilatar y moldear a gusto. Para las personas de carne y hueso, para un obrero por ejemplo, la justicia es una sólida muralla donde se espera encontrar una abertura tan pronto como sea posible. Los seres humanos vivimos y nos morimos, y no siempre podemos esperar a que la justicia deshaga los ovillos que los abogados corporativos se empeñan en enmarañar.
 
Desconocer esto y abogar por una supuesta ‘legalidad a toda costa’ es poner a la justicia del lado de los poderosos, de quienes tienen recursos (dinero, pero también tiempo). Es cierto, los delegados obraron mal al impedir la distribución de un medio de prensa; fueron, además, poco inteligentes desde el punto de vista político, dando excusas para que los victimizadores se victimizaran; pero ¿cuántas otras opciones tenían para hacerse oír e influir en una empresa que viene incumpliendo la ley hace años? Señalar que la protesta deslegitima su reclamo es una injusticia tan grande como la que el Grupo Clarín ejerce contra ellos. Son ellos la parte débil, son ellos quienes deberían ser escuchados, comprendidos, acompañados. Nelson Castro –y quienes lo imitan- deberían comprender que la legalidad no es una bota que calza a todos por igual, sino que calza siempre mejor a quien tiene poder. Desconocer esto es no advertir que, aunque duela reconocerlo, una de las realidades fundamentales de los sistemas democráticos capitalistas es que no todos somos iguales ante la ley.  

martes, 22 de marzo de 2011

Pensamientos usurpados 18: Qué hace la escuela por los pobres

Ni en Norteamérica ni en América Latina logran los pobres igualdad a partir de escuelas obligatorias. Pero en ambas partes la sola existencia de la escuela desanima al pobre y le invalida para asir el control de su propio aprendizaje. [Ivan Illich, La sociedad desescolarizada]


lunes, 21 de marzo de 2011

Palabras 4: La escuela que retiene no incluye


Dos semanas atrás se inició el año lectivo en la provincia. En uno de los actos de apertura que presencié, una mujer a quien desconocía y que había sido introducida como “la máxima autoridad educativa,” dejó al pasar una consideración que curiosamente develaba un discurso que hace tiempo vengo criticando. Al referirse a la escuela ideal, esta máxima autoridad soltó con máxima despreocupación que lo que necesitamos es una escuela “que no excluya sino que incluya; que retenga a los alumnos que ya están y que incorpore a los que se han perdido.” 

Así como quien deja caer un acto fallido (y dudo que lo haya sido), esta máxima persona hilvanó en una misma frase ‘inclusión’ y ‘retención’. Así como quien no puede evitar que el inconsciente desnude sus intenciones más oscuras (¿pero fue el inconsciente?), la verdad detrás de la insistente política de inclusión educativa aparece develada: ‘inclusión’, esta inclusión a toda costa que proponen las políticas educativas de los últimos años, no es otra cosa que ‘retención’. ¿Pero por qué la retención? Mi impresión es que la retención aparece allí donde se admite la imposibilidad de una verdadera inclusión. Vasta observar nuestras escuelas. Se cae de maduro que la casi hercúlea tarea de integración, contención y acompañamiento de tanto alumnado en riesgo de deserción escapa a las limitadas manos de docentes y directivos, sobrepasados por los malabares que les implica desplegar su práctica disciplinaria dentro de un marco de problemáticas sociales para las cuales sus únicas herramientas son la intuición y el agotamiento.

Allí donde la verdadera inclusión (la inclusión sumativa y respetuosa del individuo, la inclusión integradora) fracasa, allí aparece la retención. Retener es detener, es sujetar al individuo a un aula, a una escuela, a un rol de alumno y de sujeto pedagogizado en contra de su voluntad, en contra de su deseo. Y claro, todos los que transitamos las aulas sabemos: el alumno que no desea ser escolarizado sufre, y hace sufrir. El alumno escolarizado a la fuerza no es un sujeto feliz ni será un mejor ciudadano. Es un sujeto sobre el cual la escuela cae con su tumultuoso bagaje de autoridad y represión. No porque quienes integran la escuela lo deseen o lo consideren apropiado, sino porque no saben qué otra cosa hacer. Ni ellos ni la institución están preparados para ‘incluir,’ de modo que lo único que les queda es ‘retener.’ Y sólo se retiene a través de la violencia. Es que retener es en sí un acto de violencia. Y se pide entonces a la escuela que ejerza violencia, justamente sobre aquellos alumnos que se encuentran en una situación de escolarización más precaria. Vaya paradoja. Una más dentro de la paradoja esencial que se esconde tras las políticas de inclusión actuales: son, en realidad, políticas de retención.

Que no se entienda esta moderada invectiva como un ataque contra una política de inclusión e integración real. Mi propósito es tan sólo revisar cómo una concepción intachable e incuestionable desde el discurso puede transformarse en todo lo opuesto a la hora de la práctica. Incluir, integrar, requieren más de lo que las escuelas de hoy en día poseen. Toda presunción contraria no hace sino distorsionar la labor educativa y golpear un poco más a las ya muy magulladas instituciones escolares. Aunque, tal vez, las máximas autoridades educativas vislumbren una realidad distinta, una realidad que este mínimo escribiente, aún después de mucho esfuerzo, no logra percibir.

Retener:
1. Impedir que algo salga, se mueva, se elimine o desaparezca.
4. Interrumpir o dificultar el curso normal de algo.
8. Imponer prisión preventiva, arrestar.
9. Reprimir o contener un sentimiento, deseo, pasión, etc.

[Real Academia Española]