viernes, 29 de abril de 2011

Charly García: victimizar a los padres

Migue García, hijo del ícono del rock nacional, salió a sembrar dudas acerca del tratamiento de recuperación al que su padre es sometido, y a despotricar contra el responsable de tal recuperación, Palito Ortega, ícono pop setentista y efímero político noventoso de factura menemista. Lo curioso, aunque predecible, es que los medios y buena parte de la opinión pública hayan respaldado la lógica con la cual Palito se desentiende de las críticas de Migue. Resumámosla de este modo: ¿Qué viene a reclamar ahora este pibe? ¿Por qué no se ocupó de la adicción de su padre cuando el músico había llegando al límite?


La reacción cuidadosa pero severa de los medios fue mostrar a Migue como un desagradecido y un incompetente. No es que tal construcción requiera gran esfuerzo. Cualquier entrevista al muchacho lo muestra claramente como un incoherente y un resentido, incapaz de articular dos palabras consecutivas, ya sea por falta de inteligencia o por el hábito tóxico que parece correr por sus venas. Pero claro, esta actitud generalizada de achacarle al hijo su indiferencia por los problemas del padre deja de lado un aspecto de suma importancia: Migue es hijo de Charly, fue criado por él, educado por él; creció en el entorno que su padre le ofrecía, naturalizando la elección de vida temeraria de su padre, viendo cómo esta actitud entronaba a Charly y lo confirmaba a través del tiempo como ícono heroico de una cultura rebelde e insumisa; Migue, influenciado por la enorme figura de Charly, acabó asumiendo como propios aquellos riesgos, con sus incoherencias, sus adicciones y la épica a estos asociada. Todo esto ha hecho de Migue quien es. Todo esto lo lleva a desconfiar del lelo balbuceante y dopado en que su padre, gran provocador, se ha convertido. A desconfiar de ese hombre repentinamente obeso, falto de brillo, de ironía, de heroicidad. Ese hombre que es el Charly ‘curado’ y que más se parece a mi abuelo que al padre de Migue, al hombre que lo crió y le transmitió sus valores de rock y rebeldía. ¿Cómo esperar que Migue no desconfíe? ¿Cómo suponer que él desearía ver a su padre así ‘curado’? Si alguien le cambiara la cabeza y la figura a mi viejo de un día para el otro -para bien o para mal-, yo desconfiaría. 
 

Migue no puede tener la culpa de nada, porque Migue es lo que su padre Charly ha hecho de él (de hecho, Migue se parece demasiado a Charly). Cuando Palito y los medios le recriminan falta de preocupación por la salud de su padre, se olvidan de que esa falta de preocupación es la misma que Charly le inculcó. Migue no hace más que reaccionar como Charly hubiese reaccionado si alguien hubiese querido ‘curar’ a su hijo. Migue es víctima de Charly, no es su victimario. Si Palito Ortega fuese realmente un hombre de la hondura afectiva que se proclama, no debería desconocer este hecho. Que lo desconozcan los medios tal vez asombra menos. Claro que se podrá argüir que pensar en Migue en estos términos es infantilizarlo, tratarlo como a un niño, que en realidad el muchacho ya es mayorcito de edad (ya pasó los treinta, por cierto), que ya discierne entre el bien y el mal y que debería poder hacerse cargo de sus propios problemas. Personalmente, desconfío de este argumento, y es precisamente a este punto al cual deseaba llegar.

Existe en nuestra sociedad un mito en relación con la mayoría de edad. Creemos sin pensarlo que trasvasar los 18 nos convierte mágicamente en seres superiores, críticos y autónomos. Lamentablemente no hay nada en la naturaleza humana que nos permita sospechar una relación recíproca entre edad y madurez intelectual o emocional. Esta creencia no es más que una convención que facilita la clasificación de los individuos en una sociedad escolarizada, pero que poco nos describe como personas concretas. En realidad, el psicoanálisis ya nos develó que nunca dejamos de ser la sombra de quienes nos educaron. Aún cuando algunos renieguen de su educación y se opongan a ella, incluso en este rechazo se hacen carne nuestros padres, nuestros amigos, nuestros docentes, nuestra cultura. Que Migue haya dejado bien atrás los 18 no significa que sea una persona ‘madura’. Menos aún significa que podría estar en condiciones de hacerse cargo de la salud de su padre. A duras penas puede con su propia vida, del mismo modo que a duras penas su padre pudo con la suya. ¿Quién tiene la culpa, entonces? Migue, seguro que no. Atacarlo, despreciarlo, hacerlo a un lado como al parecer hace Palito es, por lo menos, injusto. Los hijos no son los victimarios de sus padres. No vamos a andar generalizando, se imaginarán, pero las más de las veces, suele ser lo contrario. 

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