La curiosa memoria olímpica de la Secretaría de Deportes
Parece ser que la Secretaría de Deportes de la Nación envió un comunicado a través del cual el gobierno se jacta de ser aquél que más medallas ha cosechado en juegos olímpicos en nuestro país. En este cómputo entran, por supuesto, las dos gestiones Kirchner, aún cuando la del anterior presidente recién se iniciara para la época en que las olimpíadas de Atenas tuvieron lugar.
Pero más allá de si es o no correcto que un gobierno se jacte de una performance deportiva en la cual en muchos casos no ha tenido verdadera influencia, existe un dato por lo menos incómodo. Resulta que la Secretaría de Deporte aclara que esta superioridad medallística frente a otros gobiernos sólo tiene en cuenta aquellas olimpíadas jugadas a partir del año ’48, después de las cancelaciones de la 2ª Guerra Mundial. Esto, por supuesto, deja de lado doce juegos olímpicos previos, dos de estos, durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear (1922 y 1928). Curiosamente, fue en estos dos juegos que Argentina realizó su mejor performance histórica, con 16 medallas frente a las 12 de los últimos años.
El razonamiento de la Secretaría de Deportes es grave. Supone que la historia olímpica se inicia en aquel punto que se decide conveniente. De no ser así, no habría porqué jactarse de un ‘primer puesto’ que es en realidad ficticio. Lo grave es que para evitar el incómodo 'segundo puesto' que concede la historia, la Secretaría de Deportes debe reescribir el pasado, o, lo que es lo mismo, anular esa parte de la historia que no es favorable. Es tradición de algunas formas de poder mandar a quemar aquellos libros cuyas palabras pueden debilitar y cuestionar el orden instaurado. En un tiempo en que lo que sobra son las palabras y la presencia de las mismas es casi laberíntica, la destrucción de documentos es tan imposible como innecesaria: basta con ignorar aquello que molesta. Total, muy poca gente lo notará. Esto es lo que hace la Secretaría de Deportes. Construye su propia historia olímpica mediante la sutil omisión de aquella porción del pasado que la contradice.
2 comentarios:
Anónimo
dijo...
Exelente comentario. No se porque pero esto, de alguna manera, me recuerda al libro 1984 escrito por George Orwell en donde Winston Smith, quien trabajaba en el ministerio de la verdad, tenia la tarea de seleccionar los recortes periodisticos, libros historicos y toda evidencia que hacian referencia a algo negativo hacia su gobierno o su patido. Una vez logrado esto, Winston, que al final es traicionado por Julia y eventualmente torturado por el espia del partido O'Brien, procedia a reescribir los articulos y lograba alterar el pasado, imponiendo un totalitario y hegemonico punto de vista pretendido por su gobierno.
Interesante. El pasado, sabemos, es siempre una reconstrucción, y como tal, una ficción. Ahora bien, existe una diferencia entre poseer interpretaciones diferentes ante una misma evidencia y la selección consciente y arbitraria de aquella porción de evidencia que nos conviene. Creo que la arena política en general está bastante curtida en esta útlima forma de historización. ¿Cómo interpretar sino la constante amnesia que demuestran los distintos gobiernos cada vez que remiten las culpas al partido que los precedió, sin jamás hacer mención a las culpas de su propio partido, que los había precedido antes?
"Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas." (Rodolfo Walsh, citado en http://www. elhistoriador.com.ar/)
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La oligarquía
La oligarquía es arborescente, no rizomática. Si el rizoma crece en el modo de la horizontalidad, si cada rizoma vale tanto como el otro, si el rizoma no tiene su centro en ninguna parte sino en todos los rizomas, la oligarquía es, por el contrario, arborescente. Tiene raíces. Esas raíces se hunden, ¿dónde? En el pasado, en la Historia. La oligarquía tiene detrás de sí toda su historia. Y su historia es la historia de la patria. Si la historia de la patria es la de la oligarquía es porque la patria le pertenece. Ella la ha hecho. A veces, cuando se la cuestiona, la oligarquía o sus defensores, no necesariamente oligarcas, dicen que ella ha hecho este país. Que, mal o bien, lo ha hecho. Este “mal o bien” justifica cualquier cosa. Pero arroja sobre nuestros rostros la certeza oligarca: ustedes no hicieron nada. Nosotros –mal o bien- hicimos este país. Y aunque uno les diga que lo hicieron mal, nada cambiará: “Lo hicimos. Ustedes están aquí por el país que nosotros hicimos.” Resulta claro que “ellos” hicieron el país porque impidieron, casi siempre por medio de la violencia, que pudiera hacerlo cualquier otro grupo, al que rechazaron no bien le vieron alguna intención hegemónica. [Feinmann, José Pablo (2008) Peronismo. Filosofía política de una obstinación argentina. Página 12, fascículo Nº16.] (17-8-08)
La humanidad (según la guía para el viajero intergaláctico)
Distante, en los ignotos suburbios de la vieja sección oeste del brazo espiralado de la galaxia, hay un sol pequeño y casi inadvertido. En su órbita, a una distancia de casi 90 millones de millas, se encuentra un pequeño planeta vediazulado del todo insignificante, y cuya forma de vida descendiente de los simios es tan sorprendentemente primitiva que aún cree que los relojes digitales son una buena idea. Este planeta tiene, o tuvo, un problema, que era el siguiente: casi todo el tiempo la mayor parte de sus habitantes eran infelices. Se sugirieron numerosas soluciones al asunto, pero la mayoría dependía del intercambio de pequeños fragmentos de papel verde, lo cual es de extrañar, sobre todo porque en última instancia, no eran los pequeños fragmentos de papel verde quienes eran infelices. De modo que el problema continuó, y buena parte de la población siguió siendo perversa, y el resto, miserable (aún aquellos que tenían relojes digitales). Muchos comenzaron a creer que, para empezar, había sido un terrible error el haberse bajado de los árboles, y algunos sugirieron que incluso los árboles habían sido una mala idea, y que ninguno debió haber abandonado el océano. Y un buen día, casi dos mil años después de que un hombre fuera clavado a un árbol por haber dicho que, para variar, sería bueno ser amables con los demás, una niña, en un pequeño café de Rickmansworth, se dio cuenta de pronto qué era lo que había andado mal todo este tiempo y al fin supo cómo el mundo podría volverse un lugar ameno y feliz. Esta idea era la correcta, funcionaría, y nadie tendría que ser clavado a nada. Lamentablemente, antes de que pudiera alcanzar el teléfono para contárselo a alguno, la Tierra fue inesperadamente demolida para abrir paso a una nueva autopista interestelar, y su idea se perdió para siempre. [Adams, Douglas (1978) “Primary Phase 2.” The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy (radioteatro) Simud (trad.) England: BBC] (23-6-08)
Celibidache, la grabación y la experiencia musical
Para Celibidache el concierto es un fenómeno único, no concibe la música fuera del espacio físico en donde se produce, ni de la hora del día o de si llueve o hace sol (…) Esta concepción nos parece natural, ineludible. Y, sin embargo, se ha visto completamente desplazada por un ideal sonoro independiente del espacio físico. La existencia de este ideal sonoro se debe a la proliferación de grabaciones, a que la experiencia musical en las últimas décadas está más asociada a la grabación, sea digital o no, que al concierto. El disco aísla lo auditivo del resto de la experiencia, y convierte la música en pura experiencia auditiva (…) La música es sonido y sólo sonido y el disco la disecciona, la arranca de toda impureza y nos la ofrece (…) desprovista de todo estorbo e interferencia. Para Celibidache esto era simplemente una aberración. [Larrondo, Juan Manuel (2002) “La digitalización de la experiencia.” El Buscador de Oro. España: Ediciones Lengua de Trapo] (22/6/08)
2 comentarios:
Exelente comentario. No se porque pero esto, de alguna manera, me recuerda al libro 1984 escrito por George Orwell en donde Winston Smith, quien trabajaba en el ministerio de la verdad, tenia la tarea de seleccionar los recortes periodisticos, libros historicos y toda evidencia que hacian referencia a algo negativo hacia su gobierno o su patido. Una vez logrado esto, Winston, que al final es traicionado por Julia y eventualmente torturado por el espia del partido O'Brien, procedia a reescribir los articulos y lograba alterar el pasado, imponiendo un totalitario y hegemonico punto de vista pretendido por su gobierno.
Interesante. El pasado, sabemos, es siempre una reconstrucción, y como tal, una ficción. Ahora bien, existe una diferencia entre poseer interpretaciones diferentes ante una misma evidencia y la selección consciente y arbitraria de aquella porción de evidencia que nos conviene. Creo que la arena política en general está bastante curtida en esta útlima forma de historización. ¿Cómo interpretar sino la constante amnesia que demuestran los distintos gobiernos cada vez que remiten las culpas al partido que los precedió, sin jamás hacer mención a las culpas de su propio partido, que los había precedido antes?
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